
Hay un sentimiento dulce cuando no se ve claro el horizonte, pero sin embargo, hay luz. Cuando el ocaso no ha terminado de hacer de las suyas quizás. O cuando la alborada invita a presenciar su fiesta.
Cuando los dedos danzan por frías llaves que, sin saberlo, significan tantas cosas. Tan ignorantes son esas llaves de lo que son capaces de decir, de provocar, de sentenciar, de acotar. Tan frías que padecen ariscas a la sensibilidad del que necesita de su ayuda para sacar lo que tiene dentro.
Quién diría que un día tú llegarías por estos lares míos. Quién diría que un día se vería como sí existen dos vidas. Quién diría que una enfermedad lejana podría ser la cura de otra cercana. Quién diría que una vez el viento viajó con lo mejor de tu corazón haciendo remecer otros corazones por tantos años.
El mito existe. La divinidad se acerca coqueta. Incluso lo increíble tiene su lugar cuando solías perder el instrumento Persiguiendo quizás qué cosas por ahí dejando destinos impresionados y maleantes y miradas estupefactas.
Estará el paraíso lleno de italianas... como esperaba Bolaño? Qué opinas? Te pregunto porque de infiernos sí debes saber.
Cuál es tu Ciudad Juárez?
Ves el espejo?
Quiero verlo, pero no le saquemos el polvo.